Silencios para cantárselos al mar, que se calla para escucharla, para cantárselos a las nubes, que oyen su voz en el viento, para cantarlos en Madrid, o en cualquier escenario del mundo, porque su voz desnuda nos arropa y nos saca sonrisas de las lágrimas.
Porque besamos en el aire las canciones que nos canta y nos hace ver que lo que se pierde se encuentra y lo pequeño es grande y la esperanza es inmensa.
María Villarroya nos lleva de viaje por su vida, y sus sentimientos, por la ilusión de su horizonte, y sucumbimos a su abrazo y su talento, a su voz como bálsamo, a los recuerdos que estaban a punto de olvidarse.
Nos hace subir al tren desde el kilómetro cero congelando los minutos en los que estamos escuchándola, y ya somos más suyos que nuestros, en la presencia real de sus abrazos.
El tiempo late en su espectáculo, palpita de vida y de jazz, y es mujer que enamora en sus silencios con un sonido de manantial fresco.
Hemos venido a encontrarnos, a no perdernos de nuevo, a no perder estos suspiros, a seguir el rastro de estos poemas cantados, a escuchar de su voz el eco de nuestros pasos, la música viva que sale de su corazón como un amanecer de recuerdos.
“Tesoros encontrados en el viaje al interior de su alma”, no perdáis la oportunidad de verla en el escenario, en este universo de emociones, en este canto teatral, en este argumento musicado y cantado, en este silencio donde suenan las notas del piano y del saxo, del chelo, del violín, del trino de los pájaros, del susurro de la sangre que pide paso para llegar al corazón de lo que María nos está contando y cantando.
Si queréis encontraros, no os perdáis en laberintos de insomnios pesados, daos cita en estos Silencios Cantados.